dimecres, 17 de juny del 2009

¡QUE SOLO ERA UN TROZO DE CHICLE...TONTO!

Empezaba a aburrirme en la macrodiscoteca… cada sábado era lo mismo. Aquel día , se me acercó un chico para hablar, me dí cuenta de su defecto enseguida…le faltaba un diente. Con las luces de la discoteca, el contraste del blanco de su dentadura con el negro del vacío, se hacía todavía más evidente. Estuve hablando toda la noche con él. Al acabar la sesión se ofreció para acompañarme a casa en su coche. Acepté. Conducía a una velocidad considerable por la población y al acercarnos a casa, se saltó un stop sin darme , apenas, tiempo a reaccionar . Pensé: “¡No me extraña que le falte un diente! Lo raro es que sólo le falte uno”.
Tal vez fué ese suceso, lo que a la semana siguiente inspiró mi descubrimiento de la mágica medicina que curaría nuestro aburrimiento por algunas semanas. Una de mis amigas solía comprar, antes de ir a la discoteca, unos chicles de regaliz, negros y buenísimos, se me ocurrió entonces, que tal vez, si nos tapábamos un diente con un trozo de aquel chicle, con las luces de la disco daría la sensación de que nos faltaba una pieza dental. Lo probamos y….sí, Sí , Sí!
Propuse un juego. Todas aceptaron y nos pusimos manos a la obra.

Entramos en la pista de baile y comenzamos a bailar , cada una de nosotras elegía a un chico de la pista , comenzábamos a mirarle hasta que conseguíamos llamar su atención…sonreíamos tímidamente, y ellos nos devolvían la sonrisa …al poco, se lanzaban y empezaban a caminar hacia nosotras… se acercaba el momento… cuando considerábamos que estaban suficientemente cerca, les regalábamos una ancha y dulce sonrisa asegurándonos de que pudieran apreciar el vacío dental que ocasionaba el trozo de chicle en nuestras, hasta ese momento, suculentas bocas…

Al acto, todos excepto uno, fingiendo un aire entre confuso y despistado y disimulando absurdamente, cambiaron su dirección, raudos y veloces como el viento, como quién se salva por los pelos de meterse en la boca del lobo. Todos, excepto uno , reaccionaron de la misma forma.

La excepción, que confirma la regla, no se molestó en disimular, simplemente, se partió de risa ante mí, ( porque ese me tocó a mí) , y me dije:

¡sólo este, vale la pena!

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